Estaba completamente desnuda, con sus manos atadas por unas
esposas adornadas con pelito rosa (el numerito ya se lo habían hecho antes, y
bastante mejor) y tenía la verga del Casanova de turno entre sus pechos. Un hombre
joven y atractivo con ínfulas de gran amante, con buena percha y bien dotado
pero nefasto en los juegos amatorios. Ni siquiera diez minutos de caricias
previas, de suaves cosquillas por todo
el cuerpo que tanto le gustaban a ella, ni siquiera unos besos por sus muslos,
o el cuello, las orejas, nada. Simplemente un beso en la boca (con restos de
babas) para luego bajar rápidamente a sus pezones (menos mal que este por lo
menos no los succionaba como si fuera un bebé en busca de alimento) y después, de carrerilla, hasta
el monte de venus, y en un suspiro ya estaba entre los muslos creyéndose el
mejor en lo que hacía; nada más lejos de la verdad. Daba lametones a su
clítoris con la fuerza suficiente para hacer desaparecer su libido y casi
borrarlo de su cuerpo. Cada amante era igual que el anterior, creyéndose de
primera, y sin embargo, lo único que demostraban era que todo lo intentaban
parecía sacado de una película porno barata.
El Casanova seguía intentándolo, cuando introdujo su dedo
índice en el recto a ella no le desagradó, lo hizo despacio y en el momento
preciso, pero otra cosa fue en su vagina. Como si aquello fuera un billar su
dedo se introdujo de sopetón para luego salir y entrar, salir y entrar hasta
provocar una herida en la pared vaginal.
-Es suficiente, déjalo. Hoy no es mi día.
-¿Me vas a dejar así? –El Casanova enmarcaba su gran pene
erecto con las manos. Seguro que quería una mamada o una buena paja con las
tetas, eso seguro.
-Pues chico, si insistes… -Ella se desató las manos y
agarró el miembro de la misma forma que él introdujo su falange, rápidamente y
sin cuidado. Ella notó un gesto de sorpresa en él pero siguió friccionando cada
vez más fuerte hasta que su dueño le pidió que por favor parara.
–¡Me estás haciendo daño, inútil!
-¿Ah sí? –Pues ya somos dos, torpe.
Ella se vistió y sin despedirse se alejó de la casa del
enésimo amante aburrido y egoísta. Otro aspirante a actor porno frustrado.
Ya en su coche se detuvo en un semáforo, a la izquierda un
cartel anunciaba la nueva versión de Carrie, el film de Brian De Palma basado
en la gran novela de Stephen King. Ella odiaba los remakes ¿Por qué realizar una
película exactamente igual a otra? El film de De Palma era insuperable y
aguantaba el paso del tiempo perfectamente. La imaginación se estaba perdiendo
en la era de internet, pensaba ella; era la época de los malditos remakes, de
copiar constantemente el pasado, clonar productos que ya funcionaron antes. No solo
en cine, la música nueva apenas existía y todo son versiones, grupos de
versiones, todo actualizaciones de otras épocas más creativas, modas retro y
locales con ambiente vintage. La cartelera daba pena y hacía años que no
compraba un disco de algún grupo nuevo; pues sus ligues eran igual, sin
imaginación. Y ya puestos a copiar, por qué no eran iguales al único hombre al
que había querido. Él sí sabía satisfacer a una mujer, temblaba al recordar
como la desnudaba en la cocina, como en ocasiones, cuando ella estaba muy
mojada y excitada, él le decía obscenidades al oído, como devoraba todo su
cuerpo sin dejarse nada, como lamía sus muslos, su cuello, las orejas, los
pies, como mordía sus nalgas, como erizaba sus pezones, como la penetraba justo
en el momento que ella ansiaba que introdujera todo su ser dentro de ella. Pero
sobretodo recordaba sus besos, en pleno éxtasis y seguía besándola.
Allí estaba ella, sola en el coche con la piel de
gallina y la respiración de su pecho que agitaba su sujetador que tan fácilmente
le quitaba aquel hombre siempre con ganas de hacer el amor. Todo eso era
ya pasado y su deseo naufragaba en masturbaciones que lo llamaban a gritos. Jamás
lo volvió a ver, y quizás su ego la privó de una reconciliación que anhelaba, aunque
bien era cierto que solo en la cama se llevaban bien, en lo demás eran dos
mundos tan distintos como la noche y el día, el fuego de sus pasiones era el
que alimentaba aquella relación. Ella buscaba el remake que cambiara ese final.
Tenerlo todo, o por lo menos una buena noche de sexo, despertarse en la mañana
bajo los efluvios y perfumes de una noche de pasión, de orgasmos y jadeos, de
sentirse deseada y excitada con cada beso. Aquel remake sí le gustaría.