jueves, 7 de noviembre de 2013

REMAKE



                                              
Estaba completamente desnuda, con sus manos atadas por unas esposas adornadas con pelito rosa (el numerito ya se lo habían hecho antes, y bastante mejor) y tenía la verga del Casanova de turno entre sus pechos. Un hombre joven y atractivo con ínfulas de gran amante, con buena percha y bien dotado pero nefasto en los juegos amatorios. Ni siquiera diez minutos de caricias previas, de suaves cosquillas  por todo el cuerpo que tanto le gustaban a ella, ni siquiera unos besos por sus muslos, o el cuello, las orejas, nada. Simplemente un beso en la boca (con restos de babas) para luego bajar rápidamente a sus pezones (menos mal que este por lo menos no los succionaba como si fuera un bebé en busca de alimento) y después, de carrerilla, hasta el monte de venus, y en un suspiro ya estaba entre los muslos creyéndose el mejor en lo que hacía; nada más lejos de la verdad. Daba lametones a su clítoris con la fuerza suficiente para hacer desaparecer su libido y casi borrarlo de su cuerpo. Cada amante era igual que el anterior, creyéndose de primera, y sin embargo, lo único que demostraban era que todo lo intentaban parecía sacado de una película porno barata.

El Casanova seguía intentándolo, cuando introdujo su dedo índice en el recto a ella no le desagradó, lo hizo despacio y en el momento preciso, pero otra cosa fue en su vagina. Como si aquello fuera un billar su dedo se introdujo de sopetón para luego salir y entrar, salir y entrar hasta provocar una herida en la pared vaginal.

-Es suficiente, déjalo. Hoy no es mi día.

-¿Me vas a dejar así? –El Casanova enmarcaba su gran pene erecto con las manos. Seguro que quería una mamada o una buena paja con las tetas, eso seguro.

-Pues chico, si insistes… -Ella se desató las manos y agarró el miembro de la misma forma que él introdujo su falange, rápidamente y sin cuidado. Ella notó un gesto de sorpresa en él pero siguió friccionando cada vez más fuerte hasta que su dueño le pidió que por favor parara.

–¡Me estás haciendo daño, inútil!

-¿Ah sí? –Pues ya somos dos, torpe.

Ella se vistió y sin despedirse se alejó de la casa del enésimo amante aburrido y egoísta. Otro aspirante a actor porno frustrado.  

Ya en su coche se detuvo en un semáforo, a la izquierda un cartel anunciaba la nueva versión de Carrie, el film de Brian De Palma basado en la gran novela de Stephen King. Ella odiaba los remakes ¿Por qué realizar una película exactamente igual a otra? El film de De Palma era insuperable y aguantaba el paso del tiempo perfectamente. La imaginación se estaba perdiendo en la era de internet, pensaba ella; era la época de los malditos remakes, de copiar constantemente el pasado, clonar productos que ya funcionaron antes. No solo en cine, la música nueva apenas existía y todo son versiones, grupos de versiones, todo actualizaciones de otras épocas más creativas, modas retro y locales con ambiente vintage. La cartelera daba pena y hacía años que no compraba un disco de algún grupo nuevo; pues sus ligues eran igual, sin imaginación. Y ya puestos a copiar, por qué no eran iguales al único hombre al que había querido. Él sí sabía satisfacer a una mujer, temblaba al recordar como la desnudaba en la cocina, como en ocasiones, cuando ella estaba muy mojada y excitada, él le decía obscenidades al oído, como devoraba todo su cuerpo sin dejarse nada, como lamía sus muslos, su cuello, las orejas, los pies, como mordía sus nalgas, como erizaba sus pezones, como la penetraba justo en el momento que ella ansiaba que introdujera todo su ser dentro de ella. Pero sobretodo recordaba sus besos, en pleno éxtasis y seguía besándola. 
Allí estaba ella, sola en el coche con la piel de gallina y la respiración de su pecho que agitaba su sujetador que tan fácilmente le quitaba aquel hombre siempre con ganas de hacer el amor. Todo eso era ya pasado y su deseo naufragaba en masturbaciones que lo llamaban a gritos. Jamás lo volvió a ver, y quizás su ego la privó de una reconciliación que anhelaba, aunque bien era cierto que solo en la cama se llevaban bien, en lo demás eran dos mundos tan distintos como la noche y el día, el fuego de sus pasiones era el que alimentaba aquella relación. Ella buscaba el remake que cambiara ese final. Tenerlo todo, o por lo menos una buena noche de sexo, despertarse en la mañana bajo los efluvios y perfumes de una noche de pasión, de orgasmos y jadeos, de sentirse deseada y excitada con cada beso. Aquel remake sí le gustaría.