Bajo el cielo al que miramos
buscando respuestas desde que éramos cavernícolas conviven personalidades tan
dispares como abundantes y heterogéneas. Se forman con los años llegando
incluso a cambiar; hacemos planes y pensamos en un futuro, que suele guardarnos
sorpresas. Hay una canción de los Guns´n Roses que se llama “Night Train” que
en la primera escucha parece que solo habla de beber hasta perder el control.
Pero no, va más allá, como casi todas sus canciones. Se trata, como dice el
virtuoso guitarrista Slash, de “ir a tu
puta bola”, eso es, hacer lo que te dé la gana, lo que te apetezca, sin
joder a nadie. Levantarte por la mañana, currar duro, y currar por algo que te
guste, aunque a veces haya que realizar trabajos molestos por el hecho
ineludible de ganar pasta para poder vivir. Pero la noche es tuya, el reino de
la luna tiene algo que hace que cada noche, aunque parezca el mismo rollo de
siempre, al final te sorprende cuando menos te los esperas. Frases que
recordarás para siempre, risas y besos de locura. Su cara reflejada en el fondo
del vaso, su voz oculta en una canción melancólica; la noche puede ser agónica
y triste, pero puede ser fantástica con los amigos bien escogidos, con los
mejores.
Cogeré el tren nocturno con el
billete picado en el cinturón, me agarraré bien al soporte de sujeción para no
caer en las frenadas ni tampoco en las embestidas que te arañan la espalda. Lo das
todo y ahora te desprecian cobardes que no se atreven a continuar contigo el viaje.
Se ocultan en el vagón trasero dudando y dudando y ralentizando el viaje hacia
la felicidad, tienes que parar un momento para apearlos del tren, aunque sea a
la fuerza, aunque sea doloroso, aunque sea jodidamente doloroso. Despojado de
miedos y lastre el viaje es más rápido aunque al principio cuesta más arrancar
la máquina, por un momento creerás que te quedarás tirado, pero poco a poco la
bestia de metal comenzará su marcha endiablada. La caldera pide más leña, el
fuego purifica, el fuego que se esconde en la noche, en las pestañas de una
barra quebrada por el peso de la multitud. Un sabio dijo una vez que los bares están
llenos de corazones rotos. La noche los ampara a todos.
Sí, cogeré el tren de las
circunstancias, del aura sucia y el olvido del calendario; el tren que no tiene
última estación porque nunca llega la última, del tren de la risa contagiosa,
del carpe diem, donde el primero eres tú mismo. Tú.