domingo, 19 de abril de 2015

MIERDALANDIA



Si no tienes dinero hay una cosa que esta pequeña ciudad nuestra de Almería te regala, la playa. En ella te puedes tumbar tranquilamente y pasar el rato, leer, pasear, hacer el gilipollas dando saltos (parece que está de moda), hacer fotos del atardecer, dibujar, o charlar con alguien con el rumor de las olas detrás. No bajéis un domingo, cosa que hago a veces, porque estará hasta los topes, lleno de todo, la moda de las redes de vóley, Erasmus flipando every day, familias, gente que no tiene otra cosa que hacer que caminar por el paseo marítimo. Para los asiduos a la playa los domingos son una  mierda. Pero a cierta edad todo te parece una mierda. 
Se me calienta la cerveza mientras leo cambiando de postura. Una gorda al lado se tira pedos demasiado sonoros sin una pizca de vergüenza y unas chonis que estarán a un kilómetro parlotean como si estuvieran al lado de tu misma oreja. Un tipo estudia los restos de medusas en la orilla como el que ha encontrado un misterio, la toca con un palo; cada página que paso del libro y el tipo sigue allí enfrente, ensimismado con la jodida gelatina con patas, pareciera que esperara que la medusa le hablara, otro gilipollas más al elenco de abortos mentales dominicales.
Pero lo peor no son los domingos en el paseo marítimo y su fauna, lo peor es que mañana es lunes y el gilipuertas de la medusa me pedirá que pague el crédito del banco, la gorda seguramente me llamará por teléfono para ofrecerme una línea nueva de teléfono e internet con una letra pequeña que me dará por culo, seguro, el resto del año.
La hipocresía se ha instaurado en nuestras vidas como la delincuencia en el gobierno. Sentimos como algo nuestro hazañas deportivas, todos somos Fernando Alonso, todos empujamos el balón de Iniesta, todos nos sentimos orgullosos de Nadal, y por supuesto, Almería entera es Bisbal, increíble, que diría el de los rizos. Pero nadie siente los 700 inmigrantes muertos en nuestro querido mar Mediterráneo, nadie empatiza con el inmigrante que apareció muerto huyendo de la policía, nadie se pregunta por qué en África masacran pueblos enteros. Pero todos vamos a comprar el nuevo Iphone de mierda. Sí, de mierda. Lloramos (yo jamás) cuando murió su creador pero 700 muertos en nuestra orilla no merecen un espacio en nuestro muro de Facebook. Vaya invento Facebook… maldito sea.
Solo queremos comprarnos una casa (ese error sí que lo cometí), coche nuevo, traje de marca, ellas un marido con trabajo, ellos alguien que los soporte, todos caminan cogidos de la mano con sus hijos y sus tablets. Todos juntos hacia mierdalandia.
Yo no soy mejor, en realidad los envidio. Soy otro perdedor más, el equipo que pierde siempre en el último minuto y le echamos la culpa al árbitro porque ha alargado demasiado el tiempo de descuento. Un hombre que trata de sobrevivir en la época de la nueva esclavitud, un jodido autónomo más.
El autónomo dominguero termina la cerveza, bueno no, en realidad derramo un poco menos de la mitad, está caliente como meados de burra. Y apenas me apetece, como casi todo.
Pocas cosas llenan ese vacío, ese vacío en el que no sabes exactamente qué había.
La gorda tira pedos se marcha, el de las medusas le explica ahora a su hijos que no se acerquen a la orilla, podrían picarles. Y yo estoy deseando que le piquen a él. Dejo el libro y miro al cielo, sin pensar en nada, solo veo las nubes y escucho las olas. Ahora sí se está bien en la playa. Casi no hay nadie, todos se han ido a mierdalandia, a seguir con sus vidas. Miro el móvil y me tienta llamarla, pero hago un esfuerzo y me limito a mirar la hora.
En el horizonte un barco pesquero se dirige hacia el puerto, en este instante me parece una de las mejores profesiones que hay, libre, en el mar, hediendo a pescado, sí, pero solos en la mar. Jodidos pero libres. No, ya no hay nadie libre, el barco seguro estará hipotecado, el precio del pescado ha caído en picado, no existen las sirenas y el mar está cada vez más seco.
Decido marcharme, tiro a la basura el litro de cerveza, aunque me tienta, absurdamente, arrojarlo al mar para ver si le llega al pesquero. -<<seguro que se lo beben>>
Guardo el libro de relatos de Bukowsky, y el de Neruda “veinte poemas de amor…” (vaya mezcla…) y el puto móvil. Decido andar por la orilla, cojo una medusa medio viva por la cabeza (para que no pique, claro) y la arrojo al mar ante la mirada sorprendida y algo idiota del tipo del palo y sus hijos (pobreticos)
Mañana es lunes y me doy cuenta que yo también camino hacia mierdalandia.

jueves, 9 de abril de 2015

HOMBRES Y BESTIAS I



Los hombres somos bestias impulsivas, a veces incomprendidas, otras inocentes y frágiles, otras devastadoras y crueles. Divago en mi silla frente a las teclas soñando con su regreso, envuelta en misterio y belleza, esa que no se borra a pesar de los años. Esos ojos turquesa que me miran y me atraviesan. 
Hacemos auténticas locuras por amor, pero a veces ni siquiera sabemos lo que es. Somos cobardes, y nos aferramos a algo que tenemos cerca, pero en el fondo somos infelices, y hacemos infelices a otros.
Y sigo esperando su regreso, efímero, fugaz e intenso, como la anarquía de un orgasmo. Abro los ojos y ya se ha ido. Lo tuve en mis manos y se evaporó, la primera vez entre nubarrones de futuro; lo volví a conseguir, extraño, pasional, cruel, una auténtica locura; y juntos lo pisoteamos entre polvo y polvo. Sin poder ponerle freno.
Pero un silbido, un llanto en la noche y ella vuelve a mí. A veces se aleja extraña, ignorando la conversación, pero vuelve más fuerte, más intensa, y más la quiere este ladrón que no supo esperar.
Los hombres somos bestias impulsivas, podemos discutir y jurar no querer volver a verla y terminamos desnudos hundidos entre sus piernas. La piel nunca engaña, si todo fuera tan fácil.
Pero los días pasan, y su regreso está más cerca. Pero ahora es cuando más alerta hay que estar, las medusas y quimeras acuden para embaucarte, acabar contigo, descuartizarte. Ahora es cuando más fuerte hay que ser. Ahora es cuando hay que ser un Hombre, no una bestia.