viernes, 5 de septiembre de 2014

JODIDAS MARIPOSAS



Ella le rozó la mano, él sonrío mirándola intensamente, ilusionado. Ella sintió esa sensación que te eleva y crees estar en el mejor momento de tu vida. Sus bocas hablaron sin pronunciar palabra alguna y sus cuerpos se entregaron al mejor placer que pueda haber en esta vida.
Los días siguieron y las noches, sin querer descolgar el teléfono, también. Citas y planes de futuro, un amor que va creciendo como la felicidad. Él se mira en el espejo y no puede quitarse esa sonrisita de tonto, pero le gusta, está en una nube; como ella, que enciende velas y pone música intensa, ropa interior nueva y se entrega por completo al deleite de los sentidos.
La nube va bajando poco a poco pero inexorable, él ya no tiene esa sonrisita y ella ya no se compra ese tipo de ropa interior. Las noches son más cortas y los días interminables.  Ella no es la más bella del mundo y él ni siquiera interesante. Algo muere dentro de ellos y al entierro no asistirá nadie. El velatorio es demasiado largo y hay trayectos que es mejor  hacerlos solo. Ella ya no le rozará más la mano y él jamás la mirará igual. Como la muerte, todo tiene un final, hasta la película más perfecta debe finalizar. Hay milagros auténticos, parejas que perecen enamoradas a pesar de los años, pero la mayoría permanecen, solo permanecen. Y en el instante de las jodidas mariposas nadie te lo dice, tampoco escucharías, pero qué sería de la vida sin ese mágico momento.
La nostalgia es la que más te hace viajar, es la verdadera máquina del tiempo a la que se refería realmente Wells.  Y en esas instantáneas de recuerdo siempre se vienen a asomar ellas, las jodidas mariposas. Te sientes viejo y vuelves a notar esa parte de ti que murió pero que resucita para atormentarte como el fantasma del pasado.
¿Cuál es el camino correcto? ¿Qué tren coger, cuál no? Da igual lo que te preguntes, no importa lo que hagas, al final te equivocarás, o eso te dirás a ti mismo, una y otra vez cuando tu cielo perfecto se torne gris. El ataúd se abre para todos y una vez allí las preguntas se apagan para siempre. Lo duro no es la muerte, es la vida, es vivirla. Pero no hay nada peor que no vivirla. 

Ella esta curada, su compañero de trabajo se ha destapado como un príncipe azul, él ha encontrado otra mujer a la que regalar sus besos y mirarla intensamente. Nadie sabe lo que durará, pero si de nuevo se abre su ataúd, deberán volver a echar tierra encima y renacer como el ave Fenix, y tener otra historia más a la que acudir en esos momentos de nostalgia. Jodidas mariposas…

EN LA GUADAÑA DE TUS PESTAÑAS




En la guadaña de tus pestañas quise yo hallar la muerte,
huir así del hastío al que “la normalidad” nos somete
ahogando las inocentes mentes en los fútil y mundano,
de la corriente monótona que arrastra troncos inertes
que al llegar al mar, se dan cuenta, que dejaron el bosque a un lado.

En la guadaña de tus pestañas quise hallar la muerte,
silenciosa, astuta; delgada y viperina cual serpiente.
Besos que no han aprendido, cuerpo pálido en tensión
siempre constante, piel erizada como niña asustada;
ojos abiertos, mente despierta; mis palabras tu atención
ganan, bailando en la desesperación de tu sueño inerte
mientras te alejo de mí, sí, como una copa envenenada.