martes, 30 de abril de 2013

ESPÍRITU



Su recuerdo, amargo y dulce a la vez, me persigue. Haga sol o esté tronando, este triste o alegre siempre estuvo su recuerdo presente. Siempre. Para mal o para bien, para sonreír o para estar triste pese al tiempo y la distancia. En el mejor de los días su rostro se dibuja en las nubes, su mirada única que atravesaba mi alma, imborrable como la historia, inolvidable como el primer beso. En la noche más alegre saltaba de una estrella a otra, hilando un nudo en mi estómago con la cuerda de la memoria caprichosa. Ya esté sobrio o borracho su imagen vuelve a mí, como una epifanía, una aparición.
Y pasa el tiempo, pasan los días, los meses, los años y su recuerdo es la roca que resiste al rio, al frio, a la nieve y al hielo, al calor y al viento.
De nuevo vuelve la mirada, tras largo tiempo ausente, aunque siempre estuvo ahí, agazapada, misteriosa, asesinada pero no ocultada. Imposible de tener, imposible de olvidar.
Sus manos de nuevo vuelven a tocarme, sus ojos me miran con cariño y con deseo su cuerpo; su boca anhela beber de la mía, nos fundimos en un intenso abrazo. Huelo su cuerpo, su pelo roza mi piel, su boca entreabierta dibuja mi nombre entre susurros y jadeos, lame mis dedos que recorren su cuerpo, se arquea, tiembla, arañazos en un baile de placer que termina en un final perfecto cantando bajo la lluvia. Tímida me sonríe, -He vuelto del ocaso para traerte el amanecer.
La mañana llega y un beso es su recuerdo. Sin saber si ha sido un sueño imposible la busco en el rocío, en la brisa de la primavera, entre las sábanas de mi cama. Me ha visitado un fantasma porque ella ya no existe. Trato de calmar mi cabeza, su espíritu juega conmigo, o quizás sea yo el que quiere que juegue.
De nuevo sumergido en la rutina de la calle, de las prisas y los aparcamientos, la veo escondida en las risas de chiquillas, en las lágrimas de las madres, en los sueños de los hombres, en la poesía del poeta, entre las flores que se marchitarán con el invierno.

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