martes, 5 de marzo de 2013

EL OTRO LADO



La noche esconde un efluvio extraño, algo místico e irreal. La melancolía crece como enredaderas que se aferran a tus recuerdos. El señor X se alimentaba de la noche, las arrugas de sus ojos habían vivido muchos atardeceres pero poco le importaba llegar a  ver un nuevo amanecer. De mirada penetrante y sonrisa atractiva era un imán para las mujeres. Su voz grave y pose de actor de cine negro enmarcaban una figura interesante. Le faltaba el sombrero y la placa de detective para ser un Humphrey Bogart de categoría.
Mirando el vaso de Jameson, como le gustaba a él, solo y con un cubito de hielo; se decía a sí mismo qué demonios esperaba de la vida. Cada noche una aventura y al despertar en la mañana despedidas vacías y un trabajo que ya no le apasionaba. Un día tras otro lo mismo. Soñaba con una rutina que cada vez veía más imposible, más lejana, una jodida quimera de mierda.
La piel de su cuerpo se estaba volviendo amarilla, por la bilirrubina, su hígado comenzaba a resentirse de tanto vaso de Jameson y botellas de vino desenfrenadas. Un leve temblor le acompañaba últimamente a su brazo derecho, y una sombra extraña parecía perseguirlo por las calles. Estaba jodido. <Me hago viejo, joder> Per él sabía que había algo más.
Un número de teléfono y un nombre, Sarah. Eso es lo que leyó al sacar el papel que encontró en su bolsillo buscando el mechero. Quizás la llamaría mañana, hoy estaba demasiado cansado para jugar. Cansado y hastiado, se ahogaba en su trabajo, quería dejarlo, empezar de cero, pero no se atrevía. Ese era su problema, el miedo. Temía demasiadas cosas, le aterraban las incógnitas y la posibilidad de errar le paralizaba. Sintió náuseas tan solo con pensar en todo ese cambio, y volvió a odiarse por no atreverse a iniciar un nuevo camino.  Entonces se acordó de ella, de cómo se pueden romper años de relación de una sola tajada. Mierda, ahora quería beber más aún. Anhelaba borrar aquel recuerdo impertinente, extirparlo de su mente, sepultarlo bajo la piedra del olvido.
Ebrio se encaminó a su casa, esta vez solo. Cosa rara siendo viernes. Se lavó la cara para quitarse el olor a tabaco. Frente al espejo miraba el paso de los años (y de sus hábitos), su mirada cada día era más extraña, más desconocida. Pero había algo más allí, enfrente de él. Miró su reflejo con atención, tocando su cara en el cristal. La textura le erizó el vello. Se estaba tocando la misma piel a través del espejo. Entonces las manos de su reflejo actuaron sin su consentimiento, no eran de él. El señor X del espejo se giró levemente y miró al señor X del otro lado. Ahora sabía lo que era realmente el terror, el desconcierto, el pánico. Aquel reflejo rebelde, aquella cosa que era él, pero con voluntad propia, le agarró de los brazos,  instintivamente trató de zafarse de sí mismo, aquello era una completa locura, (¿Tan borracho estaba?)
El ser traspasó el espejo, de cintura para arriba estaba fuera, en el mismo cuarto de baño que el señor X. Éste tiraba frenéticamente hacía atrás, trastabilló  y se golpeó las costillas con el lavabo. Dónde antes lucían unos fuertes abdominales de acero ahora solo quedaban las marcas de aquellos músculos que se fueron con el whisky y la falta de práctica. También se golpeó la rodilla y los hombros le ardían por la fuerza que estaba ejerciendo tratando de evitar que aquella cosa que, podría ser su reflejo del infierno, no se lo llevara con él. Poco a poco, inexorablemente, iba perdiendo terreno, cada sacudida le provocaba más dolor y golpes. Su reflejo solo lo atraía hacia sí mismo, lo llevaba al interior del espejo, en silencio. El señor X se encontraba por fin dentro, y su reflejo al otro lado. En el exterior, en el mundo real. Entonces le habló.
-Yo, ahora, seré tú.
Y se marchó. El señor X trató de escapar pero solo había un cristal, el del espejo, irrompible, intraspasable. Pero la botella de Jameson si estaba allí, con él. En el otro lado.

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