jueves, 14 de febrero de 2013

DE NEGRO



Negra es su camiseta y negras son sus botas; negro es su pelo y negros sus ojos; Negro es su coche y negra su cazadora.  Negras sus uñas debido al trabajo en el taller mecánico, negras sus rosas favoritas. Todo lo ve negro desde que ella se fue, el camino es oscuro si no camina cogido a su mano, negra su alma si no naufraga entre sus muslos de terciopelo. Negro ve su futuro sin ella, negro su pecho, vacío, como el agujero donde ella está.
Negro era el ataúd, y negro su vestido. Negro el cielo aquella mañana triste. Negro y denso el aire en el lúgubre cementerio. Negra la boca del nicho donde iban a encerrar a su amada, ella que era un espíritu libre.  Su familia, católica y beata no aprobaron siquiera su última voluntad, transformarse en ceniza y viajar por las corrientes del mar mediterráneo, ese que tan bien conocía.  La familia de ella, grajos negros anacrónicos que rezaban oraciones como animales hambrientos que devoran una cría enferma, jamás perdonaran la insolencia de su hija: querer a semejante tipejo.
Él no volverá a ser el mismo, cerrando su corazón herido y maldiciendo al cielo. De negro irá y de negro morirá, el negro por siempre y para siempre, recordando que un día supo lo que es la felicidad. Soñando con su cara, con sus ojos despertándolo de sus pesadillas, con sus manos abrazándolo en el frio. De negro la esperará el día que se suba a la barca de Caronte. De negro el resto de su vida, en la que el único color que había, era el de los ojos de ella.

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