Capítulo 1 (prólogo)
ATRAPADO
1
Estaba oscuro y apenas
podía respirar. No quería que lo escucharan resoplar los que estaban fuera. Si
tenía suerte quizás escaparía con vida de allí. Maldito viaje, pensaba una y otra vez. Maldito viaje. Temblaba de
puro terror, no entendía como había llegado a tan angustiosa situación, por qué
el destino le había jugado esta mala pasada. Era joven, tenía proyectos, y
creía estar enamorado de la mujer perfecta. Sus ojos ardían por las lágrimas,
sus manos le dolían pues no paraba de cavar un hoyo, allí en su escondite
improvisado, presa del pánico; quería ocultarse bajo tierra, que nadie lo viera
si entraban por fin. Pero la tierra era dura y sus manos ya no tenían uñas ni
fuerzas.
Por una pequeña grieta
cubierta de telarañas miró lo que afuera acontecía. Rosa, la mujer del maestro
portaba una recortada, y a su lado su marido Alfonso con una escopeta de caza
mayor, prestada quizás por “el gordo”. La estaba cargando con balas, que, por
su tamaño, parecían fabricadas para matar elefantes. Con ellos andaba Ramón,
machete en ristre y su perro Casemiro, que no paraba de olfatear en dirección
al viajero. José María se apartó de la grieta, estaba aterrorizado. Trató de
cubrir su cuerpo con la esperanza de disipar su olor, ocultarlo del fino olfato
del can. Pero fue inútil, las patas del perro arañaban la portezuela de su
escondite, unos ladridos alertaron a su amo que con voz agrietada y escupiendo
palabras más que hablando exclamó: - ¡Aquí está, ya lo tenemos! De un puntapié
quebró las maderas enmohecidas, dos cañones negros como la oscuridad que lo
envolvía momentos antes lo encañonaban amenazantes como bocas de lobos
hambrientos. El viajero sudaba y apenas podía hablar, quería gritar su
inocencia, su incomprensión, su temor, pero solo salió de su boca apenas un
balbuceo. Nnnnooo… Nnnnoooo… un disparó resonó en La Aldeílla.
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