¿De qué tienes miedo? Nos preguntamos casi a diario. ¿De qué
tienes miedo, de qué? Nos levantamos por la mañana y nos convencemos de que no
tenemos miedo a nada, porque por la mañana los problemas y temores parecen
disiparse con el rocío. demonios que expurgamos al sacudir las sábanas. Pero tenemos miedo, miedo a vivir una vida que no es la
nuestra, miedo a perder, miedo a un futuro incierto, miedo a comprometernos, a
amar, a que nos hagan daño. El monstruo de tu cuarto no está en el armario ni
debajo de la cama. El monstruo de tus pesadillas está en ti, eres tú y tu
miedo. A veces nos hacen daño desde fuera pero son nuestras decisiones,
nuestros actos los que nos marcan el camino, nuestros errores o aciertos que a
menudo se mezclan en una paleta de colores sin sentido donde solo se ve el
blanco o el negro. Nadamos en un mar embravecido de personas “normales” que te
dictan lo que hay que hacer y lo que no. Normas y deberes que se anteponen a tu
felicidad, al sentido común, a tu realidad. Y te sigues preguntando cada día
qué demonios es ser “normal”. ¿Pagar hipoteca
cada mes, casarte, tener hijos, ir vestido a la moda, escuchar los 40
principales, ir a misa, no ir, ver la tele, salir de marcha, ahorrar, comprarte
un coche último modelo, ir a votar cada cuatro años al PP o al PSOE, ir de
compras en chándal, salir los domingos, llevar corbata, trabajar 10 horas diarias …? No hay palabra que más odie que “normal”. Las personas tiene miedo a no ser normales, y
otras luchan por no serlo. Cuando lo que debemos hacer es simplemente vivir,
escuchar nuestro interior y actuar en consecuencia, olvidando a todas las voces
de tu alrededor. Si te equivocas será un error tuyo, solo tuyo y de nadie más. Y
si alguien te dice “te lo dije” mándalo a la mierda. Porque somos dueños de
nuestro destino, y aunque te aconsejen de corazón, nadie debe pensar por ti. Si
erras, pero eres consciente de tu decisión, es buena señal, porque serás
entonces dueño de tus designios.
El miedo es una putada, el miedo coge tus pelotas y las
aprieta paralizándote, robándote la voluntad, convirtiéndote en un pelele. Dejar
un trabajo, emprender un viaje de ida, hacer lo que uno quiere, darle la mano… Cuando
la pierdas a ella, o a él. Cuando se vaya para siempre y no vuelva, te
arrepentirás y no hay nada peor que arrepentirse de algo que no has hecho,
porque siempre estará la incógnita sobrevolando tu mente, acechando tu alma, preguntándote
al oído de forma sibilina: ¿qué hubiera pasado, cómo estarías ahora? Te levantarás
en la mañana, el sol te lamerá la piel de tu cara al levantar la persiana,
mirarás tu calle, el cielo, y te acordarás de esa persona; no tendrás miedo,
sentirás algo mucho peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario