lunes, 28 de enero de 2013

MAÑANA DE INVIERNO SOLEADA



Camina por calles de un pueblo que no es el suyo, atenta a los susurros del viento, a las sombras de las nubes en los tejados rojos, al sol reflejarse en sus paredes blancas de cal que decora las calles como si fuera nieve derretida. Huele la leña morir en el fuego del hogar, tomillo y olivo, migas y tocino. Esto es lo mejor del invierno. Un día gris que te saca la sonrisa cuando el cuerpo se calienta por fin. Un viejo trabaja el esparto en el portal de su casa, respirando rayos de sol, rememorando tiempos sin temblores. Los niños corren felices y libres, un mundo entre cerros para ellos solos, aire puro y mil historias en cada esquina estrecha; lugares secretos y trastadas varias. Ella camina observándolos y sonriendo, recordando su infancia. Habla con un bodeguero aficionado, anciano encorvado y bonachón, de mofletes colorados y sonrisa clara. Tras algún vino del país se marcha agradecida de descubrir el pequeño mundo de aquel hombre apegado a la tierra, a las parras y a la vid.
Es la hora de partir, volver a la rutina mecánica tediosa que impone la maldita normalidad. A su mundo urbano, a su trabajo y el horario que marca su vida, dueña de sí misma solo cuando finaliza el turno. Revisando viejas fotos, como si fueran tipos de vino, marcando cada momento como bueno, o malo, como dulce o amargo, como tinto o blanco. Perdida delante del abismo, no sabe si tirarse o quedarse allí quieta, respirando aquel aire limpio. Pero mira el fondo, no lo puede ver, pero algo la llama a tirarse de cabeza, quiere ver lo que guarda, si al menos hubiera una escalera… gira la cabeza para despedirse de aquel pueblecito de tejas rojas y chimeneas humeantes, de almendros blancos en flor, de olivos milenarios; aún conserva cierta personalidad que heredó de los árabes en pleno reinado triunfal.   
Su pelo adornado con flores amarillas indica el paso del viento hacia ese abismo misterioso que parece atraerla con notas de guitarra quebrada. Mira fotos que ha tomado pero falta una, falta una. Sus ojos se pierden en el azul del cielo claro de esa mañana soleada de invierno, perdida o encontrada, así se encuentra en esta encrucijada. Quizás vuelva a por vino y que éste le aclare las ideas, o quizás se marche lejos para no volver a dudar. Quizás se ha equivocado de camino, o quizás marque ella el sendero de sus pasos. Todo es extraño, como una mañana de invierno soleada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario