jueves, 17 de enero de 2013

PENITENCIA



En ocasiones ser amable te trae problemas. Algunos son problemas para toda la vida, yo ya cargo con mi penitencia. ¿Mi pecado? Ser amable. Pero lo llevo marcado en mi ADN, sé amable hasta que te den motivos para no serlo.
Cargo con mi castigo cada día, por la mañana apenas siento su peso, pero por las noches es pesado y eterno.  Cuando estoy solo es fustigante, por eso atrapo los besos que de fuera me lanzan labios juguetones; miradas tímidas y lujuriosas se alternan para jugar al juego del mundo. Por eso acepto el reto y mi piel se prepara negando a mi cerebro el recordar mi penitencia. Mi cuerpo responde y la satisfacción es plena, ya he jugado a este juego antes. Sé cuándo he de caminar y cuando correr, cuando saltar y cuando estar quieto. Sé que significa el temblor y lo que marcan las uñas. Escalada horizontal, sin cuerda ni mosquetón, metas distintas que riegan tu cuerpo sudado. El hierro te confirma tus sospechas y el abrazo como única palabra. Las reglas cambian, distintas para cada noche, distinto partido pero de resultado similar.  ¿Dónde estoy? En la mañana te preguntas, aunque estés en tu propia casa. El camino de baldosas amarillas lo borró el viento hace tiempo y en el asfalto conduces tu vehiculo tratando de ser feliz, lo fuiste durante un instante, lo serás toda la vida. Te colocas las gafas de sol, te despides con un beso, sus manos te aprietan no quieren dejarte ir aunque su voz se esté despidiendo. Subes el volumen de la música en tu coche, metes primera y un nuevo día despierta ante ti, con la penitencia en tu maletero, de nuevo se abre el deseo en tu pecho, insaciable, incurable, amable, culpable… no ves el camino de baldosas amarillas pero has visto un bar con la fachada de color limón, puede que empiece aquí,  puede que no, pero mi pecho grita. No abras el maletero, deja a mi penitencia ahí, que descanse. Caminas erguido a pesar de las heridas arrastrando el polvo en tus botas cuyas suelas se están amarilleando.

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