Quisiera dedicar un réquiem, solemne y profundo a las charlas
de amigos, a los camareros con clase, a los labios juguetones, a los sueños
imposibles, a los sueños que se cumplen, a volar en tierra firme, a los que
levantan la mano cuando suena su canción, a las guitarras en el aire, a las
faldas cortas, a la empatía del borracho, a los encuentros sorpresa, a la voz
de una madre, a la mano firme del padre, a la sabiduría del abuelo, al amor de
una abuela, al viento que entra por la ventana del coche aumentando el volumen
de la música, a la resaca que se marcha rápida, a un abrazo sincero, al valor
de la amistad verdadera y augusta, a la tormenta de las mujeres, a la simpleza
infantil de los hombres, al olor de la comida en la olla, a la cerveza fría, al
brindis espontáneo, al chiste malo, al calor de la chimenea, al cine en
pantalla grande, al olor de las palomitas, a esa musiquilla que se mete en tu
cabeza reviviendo la escena una y otra vez, a los besos intensos, a la cintura
femenina, a los orgasmos, a un buen libro, a leerlo bajo la sombra de un árbol
o en la playa con el rumor de las olas, a un poema que te marca, a una caricia,
al chocolate, a las sábanas que huelen a ella, a la lluvia perezosa, al pan recién
hecho, a un hasta siempre.
Y deseo una muerte lenta y angustiosa a los majaderos que
nos gobiernan; ratas almizcleras de tan ínfima calidad humana, a los egoístas que
solo desean más y más dinero, a los hipócritas, a los malos ganadores, a los
que no saben perder, a las despedidas amargas, a las camas incómodas, a los
cobardes que pegan a sus parejas, a las personas insensibles, a la maldad de
los hombres, al comercio de la religión, a los fanatismos, a la maldita
productividad sin humanidad, a los explotadores, a las mentiras, al garrafón
maldito, a la aburrida normalidad, a la telebasura, a las pelis malas que se
llevan oscars, a los oscars, a los cuchicheos, a la mentalidad cerrada, a
prohibir libertad, al dedo acusador, a las etiquetas, a la falsa democracia, a
los malos compañeros de trabajo, a la esclavitud en la que se está convirtiendo
eso que llamamos trabajo, a un hijo desagradecido, a un padre que escapó por la
ventana, a esas madres sin instinto, a una mirada de desprecio, al cierre de
una biblioteca, a la caída del periodismo, a una mala resaca, a la falta de
querer cambiar el mundo.
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